Siempre me causó curiosidad e intriga por saber cómo se casa uno a lo maya, y es que viviendo en un Estado de vocación turística donde se ha hecho de la cultura originaria de estas tierras un producto atractivo para el turismo, se oye por todos lados que se ofertan las “bodas mayas”, un producto atractivo para el local y el extranjero, un nicho de mercado para la masa fascinada con la cultura maya.
Cierta ocasión tuve la oportunidad de estar en el proceso ritual de una boda maya en la comunidad de Hondzonot, municipio de Tulum. Mi expectativa era incierta, lo confieso, lo que algunos libros nos dicen, es sólo una rebanada del pastel.
Estos amigos, tenían su centro laboral en la ciudad de Valladolid, Yucatán, ahí se conocieron, Mari trabajaba como empleada doméstica y Arturo como albañil. Contaba Mari, que muchas veces pasó caminando por donde estaba la obra de Arturo y se miraban. Mari tiene una sonrisa contagiosa, es muy simpática y amable; Arturo es muy serio, educado y trabajador. La novia era de Hondzonot, así que todo se dio en el pueblo de la novia a excepción de la boda católica que fue por tradición, en la imponente iglesia de Tihosuco.
Lo interesante de ese evento se desarrolló cuando fuimos a buscar al casamentero a su casa y digo fuimos porque en esto de la antropología, el que no participa, no obtiene pesquisa alguna. Las casas de Hondzonot son en su mayoría de tipo tradicional maya, el solar delimitado por una albarrada, paredes de palos y techo de huano. Llevamos al casamentero a la casa de la novia donde gente del pueblo, la familia de ambos y los amigos se encontraban adentro, desde luego los que cabíamos, los demás estuvieron afuera en los alrededores de la casa dentro del solar. Ese día presenciamos la última petición, ‘concieto’ o k’ax t’an de la novia, ya que según me comentaron, previamente habían ido otras dos veces, llevando pan, cigarros, alcohol, chocolate y azúcar.
En el centro de la casa estaba una mesa donde la familia del novio había puesto una maleta con huipiles, zapatos y algunas prendas de oro, un costal de azúcar, cajas de pan, chocolate, cerveza y refrescos; en el centro se encontraba la imagen de una virgen de Guadalupe, dos velas encendidas y otras cinco más a un lado dispuestas horizontalmente. Antes de comenzar la ceremonia, pasan el padre del novio, el casamentero, la madre del novio y el novio a saludar en sentido del reloj, de igual forma durante el convivio los asignados para ello, pasan a entregar cerveza y cigarros a los asistentes en repetidas ocasiones, cuando la persona a la que le ofrecen es familiar directo de la novia se hace un ademán en el cual tocan la punta de sus dedos con la señal de la cruz y luego la besan como si se persignaran antes de entregarle la cerveza y el cigarro.
En esa primera parte del ritual, el casamentero reza, dice los motivos por los cuáles están presentes ese día, se fija la fecha de la boda y se entrega el muhul. Mientras transcurre la petición, la novia se encuentra fuera de la casa, ella permanece en la cocina. Después van a visitar a los padrinos de la novia y se entrega una caja de cerveza dispuesta en una mesa en medio de la casa de los padrinos. Al regresar a la casa de la novia, viene una segunda reunión frente al altar pero ya sin el muhul sobre la mesa en donde ambas familias hablan de las virtudes y defectos de los contrayentes, el momento álgido es cuando hablan con la voz en un tono alto y posteriormente se da por cerrado el trato.
Después se reparte el relleno negro entre los asistentes, en el caso de la familia de Mari, fue su hermano mayor quien fungió como representante paterno, ya que su padre difunto estuvo presente a través de un altar a un lado en el interior de la casa. Primero fue al difunto a quien se le sirvió su comida, en ese mismo altar se sentó el novio y por primera vez, la novia entra a la casa con un plato de comida para el novio, ambos comen de ese mismo plato, entonces los novios ya interactúan como una pareja formal frente al pueblo.
Al final, los asistentes no fuimos con medio kilo de azúcar, chocolate y pan a nuestras casas, un poco felices por las cervezas consumidas y con casi un par de cajetillas de cigarros.
Para dar el seguimiento, asistimos tiempo después a la boda católica en Tihosuco, la novia y el novio no se vistieron de manera tradicional por petición expresa del novio aunque Mari quería vestirse de terno blanco para la ocasión. En Hondzonot fue la comida, disfrutamos del relleno negro con tortillas hechas a mano, el baile fue por la noche para dar por concluida la boda de mis amigos.
Salta una duda inmediata después de comentar brevemente este ritual, podemos identificar elementos cristianos y prehispánicos, pero me he detenido a reflexionar en un aspecto que claramente hallamos en textos antiguos escritos en lengua maya con caracteres latinos, códices y de la pluma de los franciscanos como Diego de Landa: la importancia de la comida, el sustento.
En los cantares de Dzitbalché, un texto colonial de origen precolombino encontramos dos referencias a rituales amorosos, uno es sobre el kamnicté o recibimiento de la flor y el otro es un ritual para proteger al enamorado.
El Kamnicté es entendido como el matrimonio maya:
“Alegría/cantamos/porque vamos/ al Recibimiento de la Flor/ Todas las mujeres/ mozas,/ (tienen en) pura risa/ y risa/ sus rostros, en tanto que saltan/ sus corazones/ en el seno de sus pechos./ ¿Por qué causa?/ Porque Saben/ que es porque darán/ su virginidad femenil/ a quienes ellas aman”.
El códice Dresde es un manuscrito de origen maya peninsular, en él podemos observar una escena en donde los dioses contraen nupcias, cada uno de ellos lleva en la mano el glifo nic o flor, en las subsecuentes escenas uno de los dioses abraza a su esposa, ella lleva el glifo en sus manos perteneciente a ha o comida.
Según Landa en las Cosas de Yucatán escribe:
“Las madres trabajaban para que la mujer diese siempre de comer al marido en señal de casamiento. Los viudos y viudas se concertaban sin fiesta ni solemnidad y con sólo ir ellos a casa de ellas y admitirlos y darles de comer se hacía el casamiento…”.
Por ello es importante el momento en el que la novia entra con la comida a la casa y se la da al que ya es su marido frente a toda una comunidad, que son quienes avalan, legitiman y respaldan la unión matrimonial. La cosmovisión maya gira en torno al sustento, recordemos el mito del génesis de la humanidad en el Popol Vuh y por qué fueron destruidos los hombres de barro y de madera, ellos no tenían la capacidad de dar sustento a sus dioses creadores. Así, todo ritual, requiere de un sustento para ser recibido y elevado en un plano sagrado.
El matrimonio entre los mayas de Quintana Roo, conserva su raíz prehispánica, genera la organización hacia el interior de la comunidad fortaleciendo con ello la cohesión social. Las uniones matrimoniales cuentan con la vigilancia y el respaldo de todo un pueblo, además del recuerdo de cuanto les costó la boda, se la pensarán más de dos veces antes de comportarse de tal manera que influya en la decisión de una de las partes para separarse, que como en toda sociedad, también existe el divorcio.
Antrp. Karen Marín.