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Opinión

Desde la Calle: La soga y el voto

Columna Desde La Calle: En “La soga y el voto”, una reflexión sobre la elección judicial de 2025 en México, el escepticismo ciudadano y la desconexión entre las instituciones y la vida cotidiana.

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Columna de opinión

“Es como ponernos la soga al cuello”, soltó doña Bety mientras removía los frijoles con la naturalidad de quien ya lo ha visto todo. Su sobrino, recién llegado de visita, apenas alcanzó a tomar asiento cuando lo soltó sin anestesia; “Nos dan cartulinas de colores pa’ rayar con números… y todo para escoger al que ni nos mira. Nada cambia, mijito. Nomás nos marean bonito”.

La elección del 1 de junio tenía pretensiones históricas; por primera vez, los ciudadanos elegirían directamente a jueces y magistrados. Se dijo que era un paso hacia una justicia más cercana, más humana, más del pueblo. Pero en la práctica, en el México de a pie, lo que se vivió fue otra historia. Las boletas eran tantas que parecía que uno votaba por los colores de un bingo, no por cargos clave del Poder Judicial. ¿Y los candidatos? Anónimos para la mayoría.

La participación fue baja. Bajísima. Y no porque a la gente no le interese la justicia, sino porque la justicia rara vez se ha interesado por la gente. Don Pedro, mientras “escroleaba” su celular desde su tienda, lo resumió mejor que cualquier analista; “Con lo que gastaron en esta faramalla ya hubieran invertido en los hospitales. A doña Jovita le detectaron cáncer… y la consulta se la dan en cuatro meses y que no hay medicinas. ¿Eso es justicia?”

Hay algo profundamente cruel en pedirle a la ciudadanía que confíe en instituciones que han vivido de espaldas a su dolor. No basta con cambiar el método de designación si no se transforma la lógica del poder. La promesa de una justicia elegida por el pueblo puede sonar noble, pero si los perfiles no son conocidos, si el proceso es opaco, si no se sienten representados… el resultado es el mismo: desconfianza.

¿Y el argumento de fondo? Que ahora el pueblo “tiene el poder”. Pero, ¿de qué sirve el poder si no se sabe cómo ejercerlo ni para qué? ¿De qué sirve elegir si las opciones vienen cerradas, empaquetadas y sin rostro? ¿Cómo confiar en la imparcialidad si el proceso fue diseñado por los mismos poderes que antes colocaban a los jueces a puerta cerrada?

Doña Bety no leyó ningún artículo académico. No le hace falta. Su escepticismo es político, cotidiano, construido desde la experiencia. Y en su frase caben todas las preguntas que los boletines no quieren responder. ¿Elegimos justicia o solo la envoltura de una nueva simulación?

La elección judicial de 2025 será recordada como un experimento. Uno que, de no corregirse a tiempo, podría dejar una lección amarga; que las reformas sin pedagogía, sin legitimidad y sin conexión con la realidad social, son como esas promesas que ya no emocionan. Palabras vacías, como la papeleta que algunos doblaron sin entender, otros tiraron, y muchos más, simplemente ignoraron.

Mientras tanto, en las cocinas del país, como la de doña Bety, sigue hirviendo la olla… y la desconfianza. Porque entre el voto y la soga, muchos siguen sin ver la diferencia.

#TaxiVigia #ComunicadoresUrbanos #QuintanaRoo

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