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Del apiario a tu mesa: Apicultores mayas de Quintana Roo

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“Cuentan nuestros abuelos, que hace mucho tiempo, bajó del cielo Ah Mucen Cab, la divina abeja roja, para darnos a la humanidad, el conocimiento sobre las virtudes de la miel, los productos de la colmena y las técnicas de cultivo”

Tratado sobre las abejas en el Códice Madrid.

Entre los mayas, la apicultura es una actividad que data desde tiempos prehispánicos. Podemos hallar testimonio de ello en los textos antiguos como el códice Madrid, maravilloso texto escrito por amanuenses dedicados, de estilo, líneas y colores exquisitos donde hay todo un desplegado sobre esta actividad. En aquella época, los mayas recolectaban miel de las abejas silvestres. 

Las abejas domésticas eran mantenidas en colmenas hechas de troncos huecos. Al recoger la miel, los panales se perforaban con un palito o con un cuerno de venado; luego la recogían en vasijas y la ponían a derretir para hacerla más espesa. Los mayas echaban humo para dispersar a las abejas.

En ese mismo texto, podemos ver a la dueña de las abejas, un personaje con cuerpo femenino con cabeza y alas de abeja. Las abejas se consagraban en el templo con la figurilla de la serpiente de cascabel de tres colas. Existían ritos especiales para asegurar a las abejas las flores necesarias para el sustento de la colmena.

De los textos de Relaciones, el de las Cosas de Yucatán adquiere gran relevancia sobre este tema, ya que siendo un texto del siglo XVI, escrito por el fraile franciscano Diego de Landa, se describen dos celebraciones; la primera de ellas se llevaba a cabo en el mes Zec (14 de octubre), era una fiesta organizada para los apicultores en donde se ofrecían platos decorados con panales y bolas de copal. La segunda celebración se realizaba en el mes Mol (segunda mitad de diciembre) y era semejante a la primera. También habla de la especie de abejas que habitaban en la península de Yucatán en aquél entonces.

Actualmente, en la zona maya de Quintana Roo, según nos platicaron habitantes de Sabán, una localidad del municipio de José María Morelos, la apicultura no es practicada por todos los campesinos, debido al alto costo de su manutención y al trabajo extra que representa. Para establecer el apiario el apicultor tiene que pedir permiso al comisariado ejidal, posteriormente busca un terreno donde haya abundante vegetación ya que esta le servirá a la colonia de abejas para alimentarse y producir miel.

Abeja sobre una flor de tajonal.

El terreno de Don José mide 100 mecates.El apiario se ubica sobre cuatro piletas, luego se montan sobre ellas cuatro postes, encima de ellos se colocan dos maderas paralelas que servirán de soporte para las colmenas. Estas maderas regularmente son de corazón de subin che’ que es una madera fuerte muy duradera, no así el jabín que rápidamente se pudre al estar expuesto a las inclemencias del tiempo.

En frente de la primera estructura se encuentra otra igual. En la entrada del apiario se construye una pequeña palapa donde se almacenarán las herramientas y las cajas en desuso. Las herramientas del apicultor son: el velo sirve para proteger al campesino de alguna picadura de abeja, un ahumador funciona como sedante para las abejas, un cuchillo para levantar la caja y un cepillo hecho con los pelos de la cola del caballo para limpiar las cajas.Para atraer a las abejas se construyen colmenas o cajas de madera de 50×40 centímetros, la mayoría de las veces las compran con el carpintero. Cada caja tiene un periodo útil de cuatro años.

Para el apicultor hay tres tipos de abeja: la africana, como nos platicó Don José, sí produce miel, sin embargo, al escasear el alimento se retira de la colmena. Muchas veces solo comen y se van. La abeja americana es la más común y noble; y la abeja xunáan kaab que se encuentra en la selva en los huecos de los árboles, atraerla es muy difícil, su miel es la mejor y se puede vender a un precio alto.

Cuando la población de abejas aumenta, el apicultor está pendiente espulgando entre los huevos de la abeja reina para encontrar un “cacahuate”, así llama al huevo de una nueva abeja reina. Luego hace una nueva división y crea una colmena alternativa, pues de lo contrario se irán la mitad de la colonia de abejas. Dos abejas reinas no pueden estar en un mismo lugar, una se tiene que ir, a veces se queda la nueva y la anterior emprende su retirada.

La flor de tajonal florece durante el invierno peninsular, es muy peculiar porque adorna las orillas de las carreteras con su característico color amarillo, aunque también hay de color blanco, sin embargo, es la flor amarilla la que le da color a la miel.

La miel adquiere el color y sabor según la flor que utilicen las abejas. Don Hilario Chí Canul y Don José hacen su clasificación de la siguiente manera:

Taj (comúnmente se le llama tajonal)- Amarillo puro

Ts’its’ilChe’-Medio Amarillo

Tsalam- Entre verde y amarillo

Ya’axnik- Negro

Así, según Don Hilario, la flor del ts’its’ilche’ les provee de la miel más sabrosa. La miel de Tajonal caduca al mes de ser cosechada, se asienta el azúcar. La miel que más dura es la del Jabín, pues tarda un año en echarse a perder. La flor de Chi’kéej e Xtabentun de flor azul violeta dan buena miel. Otra especie de flores que utilizan las abejas es el suulen k’ab. El polen lo buscan en las milpas cercanas para alimentar a las crías. Si las flores escasean el apicultor pone en una jícara fécula o harina de maíz con azúcar para que de ahí se alimenten las abejas.

Continuando con las actividades del apiario, nos dijeron que dentro de cada caja o colmena se introducen los bastidores con la cera estampada, esta cera se obtiene sumergiendo en agua para que flote la cera y se recoge con un colador. Durante la época de sequía hay que abastecer de agua las piletas de la colonia cada tres días porque hay animales que bajan a tomar agua, y puede dar pie a que las oportunistas hormigas suban y acaben con todo.

Las abejas a veces se intoxican con alguna planta que consumen y el apicultor prepara una purga a base de agua y sal. Los zánganos suelen llenarse de una garrapata llamada “barroja”, esta chupa a las abejas y mueren. También los ácaros constituyen un problema para la colmena ya que al acumularse provocan que la colmena emigre. Existe una especie de insecto parecido a la abeja que se mete en la colmena y empieza a alimentarse de la miel sin trabajar, logrando de esta manera desproveer a la colonia del producto.

El sam jo’ol es un depredador constante del apiario, este destruye las colmenas y en veces el apiario completo. Este animal es como un perro con hocico puntiagudo según Don José, de igual forma nos comentó que el descuido puede atentar también contra la producción pues dice que supo de un apicultor que una vez dejó una vara recargada sobre una de las colmenas y por ahí subieron las hormigas y se comieron todo.

En mayo es la cosecha, sin embargo no se cosecha todo, Don José les deja cuatro o cinco cajas con miel a sus abejas para que coman, nos comentó que se debe ser agradecido con las abejas. Algunos apicultores cosechan antes de tiempo y la miel adquiere una textura como de agua. A veces mientras se cosecha la miel la colonia se lastima por accidente al extraer los bastidores, estas tardan quince días en recuperarse para iniciar nuevamente la producción.

Hay apicultores que cosechan el polen para su venta, pero las trampas son muy caras y no todos disponen de los recursos para comprarlas. La trampa consiste en una maya y una bandeja que van en el fondo de la caja de tal manera que cuando la abeja llega a depositar el polen en la maya, éste pasa a través de ella cayendo en la bandeja. Posteriormente el apicultor recolecta el polen jalando la bandeja como si fuera un cajón.

La miel se comercia hacia el interior de la comunidad, a Dziuché y Valladolid. Llegan intermediarios comprando la miel a $22.00 pesos el kilogramo, otros a los centros urbanos cercanos a vender la medida de una botella de refresco de 370 mililitros a $40.00 pesos. A veces cae el precio de la miel y se llega a vender hasta en $3.00 pesos el kilogramo. El apoyo del gobierno por parte del programa Alianza para el campo consiste en pagar la mitad del costo del proyecto de apiario, la otra mitad corre por cuenta del apicultor. Con los apoyos gubernamentales para el campo, los apicultores reciben un monto por colonia de abejas, mismo recurso que los apicultores utilizan para comprar ganado y cerdos.

Don José nos informó que su abuelo le contó sobre una ceremonia que se hacía en el apiario quizá en vísperas de la cosecha, se disponía un altar en forma de escaleras y se ofrendaban en jicaritas miel o sakab. Villa Rojas (1992: 335) menciona en su libro una ceremonia llamada u hanli cab o “comida del colmenar” que aún practicaban los apicultores en las décadas de los treinta en Chan Kom, Yucatán.

Hoy en día, la apicultura continúa siendo una actividad económica para los habitantes de la zona maya de Quintana Roo, se ha rescatado el trabajo con abejas meliponas, ya que los productos que resultan son de excelente calidad y con muchas propiedades medicinales.

Antrp. Karen Marín.

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