Cultura Y Sociedad

YUM KAAX: DIOS MAYA DEL MAÍZ EN CHETUMAL

Published

on

Antes de que habitáramos este territorio, miles de años atrás; se levantaron ciudades de piedra ocupadas por los mayas; una de las civilizaciones que más ha intrigado a los estudiosos. Bajo nuestros pies, yacen increíbles tesoros que, van aflorando conforme la mancha urbana gana espacios a la selva.

Durante los trabajos de construcción en las inmediaciones de una antigua zona gasera,  situada sobre la avenida Álvaro Obregón de la ciudad de Chetumal, Quintana Roo; un albañil encontró una efigie antropomorfa maya de cerámica con decoración incisa y bajo relieve, representando a Yum Kaax o señor joven del maíz, a decir por su aspecto jovial, tocado con dos hojas lanceoladas a los lados, cetro en forma de hacha y el glifo de cruz recurrente en orejeras y en la parte central del collar; además de la decoración facial escarificada.

Efigie antropomorfa de cerámica del joven dios del maíz hallado en Chetumal, Quintana Roo (Posclásico Tardío 1250-1500 d.C).

Cerca de ahí, algunos años atrás, se construía el proyecto de una Central de Abastos, en aquél entonces, se encontraron alrededor de 10 plataformas de piedra, sobre las cuales alguna vez se edificaron las chozas donde vivían familias mayas de clase baja, quienes se dedicaban a la agricultura; también encontraron tiestos, una punta de lanza y otros utensilios. Dicho asentamiento data del posclásico tardío (1250-1500 d.C.) según las investigaciones de Brasdefer y Garduño, arqueólogos del INAH en Quintana Roo.

A doscientos metros del CBTIS en Chetumal, se localizó un entierro de campesinos mayas prehispánicos datado hacia el posclásico tardío, sitio nombrado como Lakin Ha por los investigadores (Garduño:1995).  En el faro que se encuentra frente a la bahía se encontró en un entierro, el plato de Ch’ak Ch’ok Kelem (príncipe maya) perteneciente al clásico tardío (600-800 d. C.).

Es probable que esta efigie de Yum Kaax pertenezca al posclásico tardío, periodo que coincide con la aparición de los dioses en la religión maya, entonces ya no se trata únicamente de la representación del maíz sino del señor del maíz. 

El maíz es una fuerza divina fundamental en el universo maya. Se le representó en los códices como un personaje masculino cuya cabeza es una mazorca, cubierta con las hojas curvas de la planta, cuyos ojos pueden estar abiertos o cerrados, y su cuerpo se pintó de azul, amarillo y ocre. El Dios E encarna a la planta y al grano en sus distintos momentos y estados: tierno y seco, sobre la superficie terrestre y en su interior (De la Garza:2002: 103).

Dos serpientes forman una casa, el dios del maíz está acostado bajo la superficie de la tierra y en la parte superior se encuentra el dios de la lluvia con la barra de los símbolos celestes. Códice de Madrid. Colonial.

Entre los muchos papeles divinos que tenían asignado los reyes mayas, probablemente el del joven dios del maíz era el más importante. El arte y las inscripciones jeroglíficas siempre remarcan que los reyes eran la encarnación de esta divinidad que proporcionaba fertilidad y riqueza. El nacimiento de los reyes se equiparaba a los brotes de maíz desde el subsuelo, mientras que su muerte se correspondía con el descenso del dios del maíz al inframundo; y así como un grano de maíz vuelve a nacer en la superficie, así también resucita el regente fallecido en su sucesor al trono. El ciclo de la planta, es decir, la vida y la muerte del Dios del maíz se convertiría en la metáfora de la vida cíclica de un rey. Las raíces de esa metáfora están en la cultura de los campesinos que cultivan el maíz (Grube: 2006: 155).

La importancia sagrada del maíz en la región mesoamericana proviene de un contexto donde las
actividades productivas preponderantes propiciaron ciertas formas de relación con la naturaleza y
entre los se res humanos, e influyeron en la génesis de los elementos que conforman el universo
simbólico palpable en la mitología, metáforas y representaciones de los pueblos originarios que
habitaron, resistieron y nos comparten hoy con la riqueza de su tradición oral, su mundo ritual, su
lengua, vestimenta y toda expresión cultural cotidiana como labrar la tierra.

El dios del maíz sostiene con una cuerda a un cautivo de guerra. Códice Maya de México. Posclásico (900-1521 d.C).

Hacia el 2013, movida por mis recientes conocimientos adquiridos en agroecología, sembramos por
primera vez una milpa en nuestra entonces parcela ubicada en Tixhualactún, Yucatán. Aquella vez
nos enseñaron nuestros amigos mayas y nos ayudaron sus pequeños hijos. Primero compramos las
semillas de maíz criollo a un campesino en Valladolid, Yucatán, durante un tianguis de semillas que
se llevan a cabo por toda la península justo antes de la siembra.
Empezamos con lo primero, limpiar la maleza del terreno, nuestros amigos de Tixhualactún nos
ayudaron un fin de semana, al fin citadinos nosotros, tuvimos que regresar a nuestra jungla de
asfalto y dejamos encargado que terminaran el trabajo con un pago justo. Ese día al concluir la
faena colectiva o muuch meyaj, comimos todos chicharra, frijoles k’abax, tortillas y refresco. El siguiente fin de semana,
acudimos y todo estaba perfectamente limpio y en un lugar habían puesto toda la leña que se
produjo con el desmonte, aproveché para abonar los cítricos.
Con las primeras lluvias de mayo, fuimos a sembrar, desde luego nos sugirieron que, en una bolsa
improvisada con un costal o saabukan, mezcláramos las semillas de maíz y calabaza. Con el bastón
plantador de hierro o xuul nos dijeron que debíamos ir hurgando en la tierra, de tal manera que
cuando tocara el hierro con una roca, eso sería señal de que ahí no era buen lugar para plantar, una
vez encontrando el lugar, donde el hierro se hundiera sin problema, echaríamos en el hoyo un
puñado pequeño de nuestra suculenta mezcla.

Brotes de maíz y calabaza de pepita gruesa (Xka’alil xtóop’).

Ese año hubo muy buenas lluvias, el maíz y la calabaza se dieron muy bien; pero vino la parte más
importante, la limpieza; cada semana acudía y limpiaba de poco a poco; sin embargo, las lluvias tan
benevolentes, hacían que la maleza creciera muy rápido hasta que la cantidad me rebasó; ya que
después me quedé sola en el proyecto. Veía como mi vecino octogenario con mucha disciplina
siempre lo veía agachado en su milpa limpiando la hierba que crecía. Un día me lo topé de frente
saliendo del terreno después de limpiar lo que pude y me preguntó seriamente de quién era el
terreno, le contesté sin titubear que no era mío, sino de mi esposo (él tenía los derechos ejidales) y
me dijo algo que ya había leído en los libros, ese día me retumbaron sus palabras como un trueno
que sacudió mi consciencia: “la tierra es de quien la trabaja”.

Después de tres meses vino la feliz cosecha y disfrute de los frutos que se sembraron, ahí sí, los
demás adultos de mi familia cooperaron y comieron también. Antes de irme con mis elotes, dejé
una ofrenda muy pequeña en el terreno, aún no sabía cómo hacerlo; pero sentía que debía
agradecer a la tierra por su benevolencia.
Ese día comimos el mejor elote que he probado en mi vida, a pesar de ser unas mazorcas pequeñas,
su sabor era increíblemente aumentado, simplemente una delicia. Al mismo tiempo aprendí que
sembrar la planta sagrada de nuestros ancestros, es abrazar nuestra herencia biocultural, nos
conecta con el ciclo natural del planeta, valoramos la solidaridad, la convivencia entre familia y
amigos, la sabiduría de los sabios abuelos mayas y despierta –hablando a título personal- una
espiritualidad que solo la define el agradecimiento a una fuerza superior por todas las bendiciones
concedidas.

Cosechando maíz en Tixhualactún, Yucatán

Antrop. Karen Marín

Para saber más:
Baudez Claude-Francois (2007). Los Dioses Mayas, una aparición tardía. Arqueología Mexicana,
Revista Bimestral Vol. XV-Núm. 88 32-41 Pp.
Carrillo Trueba, César El origen del maíz naturaleza y cultura en Mesoamérica Ciencias, Núm. 92 –
93, octubre-marzo, 2009, pp. 4-13 Universidad Nacional Autónoma de México.
Códice Dresde Facsímil (1999). Compendio Xcaret de la Escritura Jeroglífica Maya Descifrada por
Yuri V. Knórosov. Tomo II.
Códice Madrid Facsímil (1999). Compendio Xcaret de la Escritura Jeroglífica Maya Descifrada por
Yuri V. Knórosov. Tomo II.
Códice Maya de México Facsímil (2018). El Códice Maya de México, antes Grolier. INAH.
Garduño Argueta, Jaime (1995) Un Entierro Maya Prehispánico en Lak’in Ha, Chetumal.
Conaculta/INAH.
Grube, Nicolai (2006). Los Mayas, Una Civilización Milenaria. H.F.Ullman
Sotelo Santos, Laura Elena (2002). Los Dioses: Energías en el Espacio y en el Tiempo. Enciclopedia
Iberoamericana de Religiones. Tomo 02. Editorial Trotta. Pp.83-114.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Trending

Salir de la versión móvil